Ninguna persona es ilegal
(Desdelsur, La Paz) Miradas cara a cara, saludos creativos, abrazos expresivos… y un fondo musical que da el ambiente para presentarse y reconocerse: “quién soy y de dónde vengo”. De esa manera, rompiendo fronteras y al impulso de una dinámica participativa, se llevó a cabo el Taller “Miradas colectivas sobre migración, racismo y discriminación”.
Al ingresar al auditorio Julio Tumiri de la Asamblea de Derechos Humanos de La Paz (ADHLP) donde se desarrolló el taller, un cuestionario de inicio invitaba a la reflexión sobre: qué es una persona inmigrante, cuál la diferencia entre migración interna, internacional e inmigración, qué actitudes se tienen ante personas de otras culturas, cómo se trata a las personas migrantes.
Luego, sin preámbulos, se organizaron 3 grupos de reflexión y análisis sobre la migración internacional de bolivianos/as, la migración interna, y la inmigración en Bolivia.
Muy pertinente el título del taller porque desde las diferentes realidades y miradas, se coincidió en que la migración está asociada a racismo y discriminación.
“Somos racistas”, se asumió autocríticamente en el grupo que analizaba la migración interna. “Discriminamos a los extranjeros por el color de su piel, tratamos mejor a los europeos y desconfiamos de nuestros vecinos más cercanos”, se reconoció en el grupo que reflexionaba sobre la inmigración en Bolivia. “La migración de los bolivianos al exterior tiene su explicación en la falta de oportunidades en nuestro país”, se admitió en el grupo que deliberaba sobre la dinámica de la diáspora internacional.
En todos los grupos se coincidió sobre la importancia de colocar en agenda pública la temática migratoria en sus múltiples dimensiones. Se reconoció que en los últimos años se han dado importantes avances en la adopción de algunas políticas públicas tales como el reconocimiento del voto de los bolivianos en el exterior, los acuerdos para la libre circulación de ciudadanos en los países de la Comunidad Andina o el MERCOSUR, los procesos de amnistía migratoria en países como Argentina y Brasil que han beneficiado a los bolivianos que han elegido ese destino, entre otras medidas.
Pero también se ha dejado en claro que la población desconoce esos avances y que las acciones que se adoptan en el país no se ejecutan en los servicios consulares de Bolivia, que están totalmente alejados de las necesidades y demandas de los bolivianos en el exterior.
Al asociar migración, racismo y discriminación, se evocaron los lamentables sucesos de mayo de 2008 en la ciudad de Sucre, “una herida que tenemos que curar como país” y que es la más descarnada forma de evidenciar el racismo que todavía persiste en el país y que se manifiesta de manera cotidiana contra la población rural que migra a las ciudades.
Tiene las mismas connotaciones perversas que el racismo que sufren nuestros conciudadanos en otros países y que se manifiestan con palabras cargadas de actitudes segregacionistas como “bolitas”, “sudacas” que se escuchan en países vecinos y en ciudades europeas.
Y se reconoció que se vulneran los derechos de los extranjeros en Bolivia, que se discrimina a los peruanos asociándolos a la criminalidad, por ejemplo.
Se reclamó porque los medios de comunicación no colocan en agenda cotidiana la temática migratoria, excepto cuando está asociada a crisis, tragedia, delincuencia, contribuyendo a afirmar un imaginario colectivo que discrimina y cuestiona a la persona que ejerce el derecho a migrar.
Y se aprovechó para aclarar que “ninguna persona es ilegal”, como habitualmente se califica a los migrantes sin papeles. Y la aclaración vino a propósito del reiterado uso del término “ilegal” por activistas de derechos humanos que participaban en el taller. Se les recordó que la libre movilidad humana es un derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Se demandó acciones de información y difusión de las actuales políticas públicas en materia migratoria, primero para que quienes decidan migrar tomen una decisión informada, y segundo para que la población en general cultive una cultura de tolerancia, de solidaridad y de respeto a las poblaciones migrantes.
Una primera experiencia que en pocos días se reproducirá en la ciudad de sucre y que contó con el auspicio del Colectivo Cultural Aby Ayala (España), el Instituto de Estudios Públicos para América Latina y Africa (IEPALA), la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz (APDHLP) y el Capítulo Boliviano de Derechos Humanos Democracia y Desarrollo (CBDHDD).
(Desdelsur, La Paz) Miradas cara a cara, saludos creativos, abrazos expresivos… y un fondo musical que da el ambiente para presentarse y reconocerse: “quién soy y de dónde vengo”. De esa manera, rompiendo fronteras y al impulso de una dinámica participativa, se llevó a cabo el Taller “Miradas colectivas sobre migración, racismo y discriminación”.
Al ingresar al auditorio Julio Tumiri de la Asamblea de Derechos Humanos de La Paz (ADHLP) donde se desarrolló el taller, un cuestionario de inicio invitaba a la reflexión sobre: qué es una persona inmigrante, cuál la diferencia entre migración interna, internacional e inmigración, qué actitudes se tienen ante personas de otras culturas, cómo se trata a las personas migrantes.
Luego, sin preámbulos, se organizaron 3 grupos de reflexión y análisis sobre la migración internacional de bolivianos/as, la migración interna, y la inmigración en Bolivia.
Muy pertinente el título del taller porque desde las diferentes realidades y miradas, se coincidió en que la migración está asociada a racismo y discriminación.
“Somos racistas”, se asumió autocríticamente en el grupo que analizaba la migración interna. “Discriminamos a los extranjeros por el color de su piel, tratamos mejor a los europeos y desconfiamos de nuestros vecinos más cercanos”, se reconoció en el grupo que reflexionaba sobre la inmigración en Bolivia. “La migración de los bolivianos al exterior tiene su explicación en la falta de oportunidades en nuestro país”, se admitió en el grupo que deliberaba sobre la dinámica de la diáspora internacional.
En todos los grupos se coincidió sobre la importancia de colocar en agenda pública la temática migratoria en sus múltiples dimensiones. Se reconoció que en los últimos años se han dado importantes avances en la adopción de algunas políticas públicas tales como el reconocimiento del voto de los bolivianos en el exterior, los acuerdos para la libre circulación de ciudadanos en los países de la Comunidad Andina o el MERCOSUR, los procesos de amnistía migratoria en países como Argentina y Brasil que han beneficiado a los bolivianos que han elegido ese destino, entre otras medidas.
Pero también se ha dejado en claro que la población desconoce esos avances y que las acciones que se adoptan en el país no se ejecutan en los servicios consulares de Bolivia, que están totalmente alejados de las necesidades y demandas de los bolivianos en el exterior.
Al asociar migración, racismo y discriminación, se evocaron los lamentables sucesos de mayo de 2008 en la ciudad de Sucre, “una herida que tenemos que curar como país” y que es la más descarnada forma de evidenciar el racismo que todavía persiste en el país y que se manifiesta de manera cotidiana contra la población rural que migra a las ciudades.
Tiene las mismas connotaciones perversas que el racismo que sufren nuestros conciudadanos en otros países y que se manifiestan con palabras cargadas de actitudes segregacionistas como “bolitas”, “sudacas” que se escuchan en países vecinos y en ciudades europeas.
Y se reconoció que se vulneran los derechos de los extranjeros en Bolivia, que se discrimina a los peruanos asociándolos a la criminalidad, por ejemplo.
Se reclamó porque los medios de comunicación no colocan en agenda cotidiana la temática migratoria, excepto cuando está asociada a crisis, tragedia, delincuencia, contribuyendo a afirmar un imaginario colectivo que discrimina y cuestiona a la persona que ejerce el derecho a migrar.
Y se aprovechó para aclarar que “ninguna persona es ilegal”, como habitualmente se califica a los migrantes sin papeles. Y la aclaración vino a propósito del reiterado uso del término “ilegal” por activistas de derechos humanos que participaban en el taller. Se les recordó que la libre movilidad humana es un derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Se demandó acciones de información y difusión de las actuales políticas públicas en materia migratoria, primero para que quienes decidan migrar tomen una decisión informada, y segundo para que la población en general cultive una cultura de tolerancia, de solidaridad y de respeto a las poblaciones migrantes.
Una primera experiencia que en pocos días se reproducirá en la ciudad de sucre y que contó con el auspicio del Colectivo Cultural Aby Ayala (España), el Instituto de Estudios Públicos para América Latina y Africa (IEPALA), la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz (APDHLP) y el Capítulo Boliviano de Derechos Humanos Democracia y Desarrollo (CBDHDD).
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